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Gestión Pública y Social

La discapacidad ya pasó de moda. Son muchos los autores que, en la actualidad, luchan contra este concepto clásico. Thomas Armstrong es uno de ellos. Ha dedicado la última década a escribir libros y artículos que desmitifican la idea de normalidad. Con gran éxito, ha logrado ubicarse entre los escritores más vendidos. Entre sus libros más conocidos, podemos nombrar El poder de la neurodiversidad (Ediciones Paidós), Neurodiversidad en el salón de clases (Cerebrum Ediciones) y The Myth of the ADHD Child (TarcherPerigee), entre otros.

La condición humana es única y especial con respecto al orden moral. Por ejemplo, durante siglos, se ha buscado establecer normas para controlar intereses propios y ser justos ante la distribución de las riquezas. Nuestro mayor logro como humanidad es poder decir «somos iguales ante la ley». Aun así, las personas siguen sobrepasando los códigos éticos con el fin de recibir beneficios adicionales o evitar castigos. En tal sentido, nos preguntamos si se trata de una conducta típica o, más preocupante aún, de una conducta patológica.

Necesitamos hablarlo: la tecnología y la neurociencia, en cierta manera, pueden vulnerar los derechos humanos. Enfoquémonos en la transgresión de nuestra libertad de elección y privacidad por la tecnología y la neurociencia. Es cotidiano usar las redes sociales, como Facebook e Instagram, para permitirnos compartir al mundo, a nuestros amigos y familia nuestras vivencias. Expresamos nuestros gustos mediante likes, nuestras conversaciones en chats y nuestros comentarios en tweets; básicamente, evidenciamos nuestra personalidad (Alves y Inkpen, 2017). Al parecer, no habría peligro en ello. Pero, ¿cómo sabemos que estas y otras compañías de redes sociales no vulneran nuestra privacidad? Incluso, siendo un canal masivo de comunicación, ¿qué nos asegura que no influencian intencionalmente nuestras decisiones y preferencias?

Por años, se ha considerado que las decisiones políticas son netamente racionales y que la elección de cualquier presidente, congresista, ministro o juez es exclusivamente lógica. Cuando vemos y escuchamos a los políticos en conferencias de prensa o debates, asumimos que nuestras posturas son gobernadas únicamente por procesos cognitivos alturados. Es decir, creemos que elegimos candidatos luego de haber evaluado concienzudamente los pros y contras. Sin embargo, esta visión no puede estar más lejos de la realidad. Múltiples investigaciones del siglo XXI han podido observar la participación de distintas estructuras cerebrales mediante tecnologías de neuroimagen. Es así que se ha podido determinar que tanto estructuras corticales como subcorticales intervienen en las decisiones que tomamos. ¿Esto qué quiere decir? Que tanto capacidades tan complejas, como el pensamiento y el razonamiento; y procesos que escapan a nuestra libre decisión, como las emociones; se unen en una única dinámica que concluye el día que votamos por un candidato u otro. A continuación, analizaremos cómo nuestro cerebro funciona cuando se trata de la política.

En el año 1948, la ONU se encargó de declarar y sostener que todas las personas, sin importar raza, edad, sexo, idioma, estatus socioeconómico y religión, poseen derechos inalienables. A este hito en la historia se le conoce como la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Gracias a él, tenemos libertad de expresión, podemos salir de las fronteras de nuestros países, contamos con asistencia médica y gozamos de educación gratuita.

La neurociencia deja de ser vista como una tendencia o moda cuando se convierte en la ciencia que puede responder a numerosas preguntas de la naturaleza del ser humano. Somos una especie que cada día formula preguntas nuevas, y que en el ciclo de su vida intenta resolverlas. Existen algunas y en especial para la ciencia del cerebro que han sido formuladas, pero no resueltas, o que incluso serían difícilmente de encontrar respuesta.

 

Solemos decir —si queremos entender a los demás, debemos de comprendernos—. Reflexionar sobre qué somos y qué contribución daremos a la sociedad en el tiempo es, también, conocer sobre nuestro cerebro, pues es este órgano el que media nuestros pensamientos y acciones. Sin embargo, rara vez se nos enseña sobre él y su dinámica en el comportamiento social. Es gracias al aporte de muchas ciencias, en especial de la neurociencia, que sabemos más acerca del cerebro y de nosotros. Hoy, su crecimiento es vertiginoso y se debe tomar con cautela y discreción.

 

Muchas veces vemos cómo en nuestra sociedad es muy importante mantenernos en forma y ejercitarnos para tener una buena salud. Nos basta con salir y observar la gran cantidad de personas que van al gimnasio, los diversos programas que ofrecen para hacer ejercicio, la cantidad de productos que se venden para fortalecer nuestros músculos y tener resultados más eficaces, entre otros elementos que demuestran esta fuerte tendencia. Asimismo, sabemos que dependiendo del tipo de ejercicio que se realice se trabajarán más determinadas partes del cuerpo e inclusive las más complejas. ¿Será posible plantear esto con otras partes del cuerpo como el cerebro y sus áreas más complejas? Lo descubriremos…

¿Alguna vez ha presenciado una situación donde observa que una persona no puede dejar de discutir sobre un tema porque siempre busca imponer su punto de vista? O tal vez le ha sucedido que cuando se relaciona con sus amigos, ¿le cuesta aceptar algún cambio que no estaba planeado? Quizá también le resulte familiar las siguientes expresiones: “me sacan de mis casillas”, “yo tengo la razón”, “no me cambien los planes”, “no sé como hacerlo de otra manera”, entre otras. Si se ha sentido aludido con alguna de las situaciones o expresiones mencionadas es muy natural que ocurra esporádicamente; si lo ha experimentado muy poco, es bueno saber que está desarrollando una capacidad muy importante de las funciones ejecutivas: la flexibilidad cognitiva.

 

Actualmente, vivimos en un mundo que se está desarrollando en la “cultura del instante”, es decir, ya no importa tanto el aún si no el ahora, menos paciencia o tolerancia y más impulsividad y perseverancia. Estos cambios, propios del efecto de la globalización y el crecimiento de la tecnología, han generado que a lo largo del tiempo nuestras funciones cognitivas se adapten a este entorno exigente y desafiante. Antiguamente, el ser humano tenía tareas concretas en su vida ordinaria, tales como cazar, recolectar y otras formas de supervivencia. Hoy, solo basta con observar cómo las personas son capaces de realizar diversas tareas al mismo tiempo: hablar por teléfono mientras manejan e inclusive algunas mujeres logran maquillarse simultáneamente, mandar mensajes de texto mientras conversan con alguien o hasta escuchar música y leer, cocinar y atender a nuestros hijos, entre otras. ¿A qué se debe esto? Se debe a una capacidad que se ha ido desarrollando con el tiempo conocida como multitasking.