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noviembre 2020

La pandemia tomó por sorpresa a todas las compañías del mundo. Sin importar el tamaño de su operación, la mayoría ha tenido que pensar cómo reinventar procesos, experiencias y productos para sobrevivir a la difícil situación que estamos atravesando. Las empresas multinacionales, grandes, medianas o pequeñas han sobrevivido e, incluso, crecido, debido a su capacidad para responder ante los cambios, afrontar las crisis y reinventarse. Han sido empresas con líderes capaces de reorientar los esfuerzos de todos los equipos humanos hacia nuevos objetivos. Hablamos, entonces, de líderes con las cualidades necesarias para convertir temporales en impulsos que ayuden a navegar hacia buen puerto, de líderes con la fuerza suficiente para transformar momentos difíciles en oportunidades de mejora, pero, sobre todo, de líderes que recuerdan permanentemente que la gestión del talento humano es el cimiento más importante de toda compañía y que debe cultivarse. Y qué mejor forma de hacerlo que contando con la neurociencia como aliada. 

La neuroeducación se ha convertido en el aliado perfecto de todo educador. Y lo tiene bien merecido: décadas de investigación han probado que esta ciencia mejora la enseñanza de los docentes y el aprendizaje de los estudiantes. De eso no cabe duda. Mientras otras disciplinas elaboran teorías sobre lo que podría funcionar, la neuroeducación mira directamente al cerebro y desarrolla modelos precisos. Un ejemplo de ello es que, durante este siglo, los educadores que han estudiado neuroeducación llevan a cabo su práctica diaria con estrategias creadas desde la dinámica del órgano que aprende, cambia y se renueva. Años y años de investigación han servido para decir, sin posibilidad de error: «Así funciona el cerebro; así aprenden los estudiantes». Suena maravilloso y, realmente, lo es. Descubrir el fantástico mundo del cerebro, para un educador, es descifrar los secretos más ocultos de su profesión. 

La neurociencia llegó para transformar la educación como ningún otro campo del conocimiento lo pudo hacer. Con el desarrollo de las técnicas de neuroimagen, en las que se puede ver el cerebro en vivo, revolucionó la práctica diaria de muchos educadores. Y con justa razón: si somos capaces de identificar cómo funciona este órgano y qué es lo que hace en una sesión de aprendizaje, también podemos diseñar estrategias eficaces en las aulas de clases y en las salas virtuales. Y más importante aún: podemos evitar utilizar métodos y sistemas que realmente no funcionan y que, además, nos hacen perder el tiempo. ¿Cuántas veces hemos visto estudiantes que no mejoran a pesar de aplicar paso a paso las técnicas de alguna fórmula educativa de moda? Pues esto no se volverá a repetir: la neurociencia, con todos sus descubrimientos, es como una linterna en un largo túnel. Nosotros la empuñamos y la usamos para iluminar nuestra gloriosa senda en este hermoso viaje que llamamos educación. Pero la decisión de salir de la cueva está en nosotros: somos los únicos que podemos elegir a la neuroeducación como nuestra aliada; en nosotros está cambiar el rostro de la educación. Antes era una opción; ahora es una necesidad.

Los educadores en la era digital: vocación vs. preocupación

La educación ha dado un giro de 180 grados y todos somos testigos de ello. Los estudiantes de colegios, institutos y universidades continúan con sus clases sin interrupción. ¿Cómo ha sido esto posible? Porque los profesores, una de las principales fuerzas que hacen crecer una sociedad, han logrado mantener a flote la enseñanza a través de la internet. Bien a través de WhatsApp, Zoom o cualquier otra plataforma de videollamadas, los docentes han ingeniado diversos métodos para que sus estudiantes puedan aprender: algunos graban sus explicaciones mientras escriben en una pizarra, otros se conectan con sus alumnos en conferencias virtuales y otros, un poco más digitales, diseñan sus clases con programas de video y edición. Parece que algo ha quedado claro: la vocación de servicio de los educadores es inquebrantable. Aunque esta situación merece un aplauso, hay algo que está preocupando a muchos. A través de foros y conversaciones en redes sociales, comentan frecuentemente: «Mis alumnos no prestan atención y se distraen en las videollamadas.», «Mis chicos no están aprendiendo», «¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra práctica ahora que todo ha pasado a ser virtual?». Para responder estas inquietudes, existe una ciencia que, durante las últimas décadas, se ha preocupado por investigar cómo enseñar mejor, sea presencial o digitalmente, y proponer estrategias para lograr un impacto que perdure: estamos hablando de la Neuroeducación.