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Los neuroeducadores transforman el cerebro de sus estudiantes

La neuroeducación se ha convertido en el aliado perfecto de todo educador. Y lo tiene bien merecido: décadas de investigación han probado que esta ciencia mejora la enseñanza de los docentes y el aprendizaje de los estudiantes. De eso no cabe duda. Mientras otras disciplinas elaboran teorías sobre lo que podría funcionar, la neuroeducación mira directamente al cerebro y desarrolla modelos precisos. Un ejemplo de ello es que, durante este siglo, los educadores que han estudiado neuroeducación llevan a cabo su práctica diaria con estrategias creadas desde la dinámica del órgano que aprende, cambia y se renueva. Años y años de investigación han servido para decir, sin posibilidad de error: «Así funciona el cerebro; así aprenden los estudiantes». Suena maravilloso y, realmente, lo es. Descubrir el fantástico mundo del cerebro, para un educador, es descifrar los secretos más ocultos de su profesión. 

Los neuroeducadores son capaces de transformar el cerebro de sus estudiantes

En este viaje de hallazgos, exploración y conquista, la neuroeducación se dio cuenta de un hito muy importante: mientras los educadores enseñan en clase, el cerebro de los estudiantes cambia. El reconocimiento de la plasticidad cerebral fue impactante para la educación (1) (2), porque, ahora, educar ya no se trata únicamente de brindar conocimientos, sino que, sobre todo, tiene que ver con moldear el cerebro del aprendiz. ¡Wow! Los educadores pasamos de ser sabios que damos sermones a artesanos que trabajamos con la materia más importante de todo el mundo: ¡el cerebro! Pero aquí no quedó todo: la neuroeducación también dijo «¡Tengan cuidado! Tanto como pueden cambiar el cerebro para bien, también lo pueden desbaratar» (3). Y es aquí cuando los educadores tomamos una gran decisión: si queremos mejorar nuestra enseñanza y lograr que nuestros estudiantes aprendan, tanto el contenido de los cursos como las habilidades necesarias para la vida, debemos estudiar cómo funciona el cerebro. 

 

 

¿De qué manera la neuroeducación transforma el cerebro de los estudiantes?

Ya sabemos que los educadores transformamos el cerebro de los estudiantes; sin embargo, ser especialistas en neuroeducación nos da un plus: nos asegura que lo cambiamos para bien. Es que el neuroeducador es el experto máximo en educación: sabe en qué momento y por qué aplicar determinadas estrategias. Incluso, las puede diseñar con total solvencia. Pero, ¿cómo lo logra? Lo consigue, porque sabe que el aprendizaje solo se lleva a cabo si el cerebro de los estudiantes libera dopamina y acetilcolina, dos neurotransmisores fundamentales durante este proceso (2) (4-6). Para eso, realiza una serie de trucos que mantienen la atención de sus estudiantes y los motiva (1). Lo consigue, porque ha aprendido que el estrés dificulta el aprendizaje al inhibir la plasticidad cerebral: las situaciones de gran ansiedad provocan que el cerebro libere cortisol, una hormona que impide que el hipocampo funcione bien, es decir, que se almacene información (1) (7-8). Lo consigue, porque está seguro de que los mapas conceptuales ayudan a aprender ideas complejas: como la memoria se codifica en forma de conexiones sinápticas que asemejan una gran red, relacionar conceptos contribuye a recuperar la información de modo más fácil (1). Lo consigue, porque reconoce que el aprendizaje basado en problemas permite retener más datos al activar diversos procesos, como la atención, la motivación, la comprensión conceptual, entre otros (9) (10). Lo consigue, porque entiende que las intervenciones neuroeducativas mejoran el logro académico, el autoconocimiento, la autonomía y la metacognición, todos ellos elementos muy importantes para el aprendizaje (11) (12). Lo consigue, porque se da cuenta que estudiar neuroeducación lo motiva y un educador motivado es un educador eficaz (7). Lo consigue, porque ha aprendido que, si se llevan a cabo las estrategias correctas, se puede mejorar la autorregulación de los estudiantes (13). Lo consigue, porque está al tanto de los últimos avances en educación: está informado, por ejemplo, de que la presencia física del profesor es importante para el aprendizaje de conceptos muy complejos (14). Lo consigue, porque es un luchador que se adapta a todos los cambios y desafíos que se presentan en la realidad. Lo consigue, porque su armadura protectora no es otra cosa que los conocimientos aprendidos en neuroeducación. Lo consigue, porque sabe que la neuroeducación es el torno del alfarero con el que le da forma al cerebro de cada estudiante. Pero, sobre todo, lo consigue, porque su vocación es más fuerte que cualquier temporal o tormenta. 

Ahora que sabemos que la neuroeducación es la clave, les pregunto: ¿qué vamos a hacer para mejorar como educadores?

Referencias

(1) Owens, M. T., & Tanner, K. D. (2017). Teaching as Brain Changing: Exploring Connections between Neuroscience and Innovative Teaching. CBE: Life Sciences Education, 16, fe2. doi:10.1187/cbe.17-01-0005

(2) Takeuchi, T., Duszkiewicz, A. J., & Morris, R. G. M. (2014). The synaptic plasticity and memory hypothesis: encoding, storage and persistence. Philosophical Transactions of the Royal Society B, 369(1633), 1-14. doi:10.1098/rstb.2013.0288

(3) Baroncelli, L., Braschi, C., Spolidoro, M., Begenisi, T., Sale, A., & Maffei, L. (2009). Nurturing brain plasticity: impact of environmental enrichment. Cell Death and Differentiation, 17, 1092-1103. doi:10.1038/cdd.2009.193

(4) Conner, J. M., Culberson, A., Packowski, C-, Chiba, A. A., & Tuszynski, M. H. (2003). Lesions of the basal forebrain cholinergic system impair task acquisition and abolish cortical plasticity associated with motor skill learning. Neuron, 38(5), 819-829. doi:10.1016/s0896-6273(03)00288-5

(5) Reed, A., Riley, J., Carraway, R., Carrasco, A., Perez, C., Jakkamsetti, V., … Kilgard, M. P. (2011). Cortical map plasticity improves learning but is not necessary for improved performance. Neuron, 70(1), 121-131. doi:10.1016/j.neuron.2011.02.038.

(6) Froemke, R. C., Carcea, I., Barker, A. J., Yuan, K., Seybold, B. A., Martins, A. R. O., … Schreiner, C. E. (2013). Long-term modification of cortical synapses improves sensory perception. Nature Neuroscience, 16(1), 79-88. doi:10.1038/nn.3274

(7) Dioli, C., Patrício, P., Sousa, N., Kokras, N., Dalla, C., Guerreiro, S., … Sotiropoulos, I. (2019). Chronic stress triggers divergent dendritic alterations in immature neurons of the adult hippocampus, depending on their ultimate terminal fields. Translational Psychiatry, 9(1), 143. doi:10.1038/s41398-019-0477-7

(8) Conrad, C. D. (2010). A critical review of chronic stress effects on spatial learning and memory. Progress in Neuro-Psychopharmacology and Biological Psychiatry, 34(5), 742-755. doi:10.1016/j.pnpbp.2009.11.003

(9) Allen, D., & Tanner, K. D. (2003). Approaches to cell biology teaching: learning content in context-problem-based learning. Cell Biology Education, 2, 73-81. doi:10.1187/cbe.03-04-0019

(10) Chamany, K., Allen, D., & Tanner, K. D. (2008). Making biology learning relevant to students: integrating people, history, and context into college biology teaching. CBE Life Sciences Education, 7(3), 267-278. Recuperado de https://doi.org/10.1187/cbe.08-06-0029

(11) Cherrier, S., Le Roux, P-Y., Gerard, F-M., Wattelez, G., & Galy, O. Impact of a neuroscience intervention (NeuroStratE) on the school performance of high school students: Academic achievement, selfknowledge and autonomy through a metacognitive approach. Trends in Neuroscience and Education, 18, 100125. doi:10.1016/j.tine.2020.100125

(12) Dubinsky, J. M. (2010). Neuroscience Education for Prekindergarten – 12 Teachers. The Journal of Neurosciences, 30(24), 8057-8060. doi:10.1523/JNEUROSCI.2322-10.2010

(13) Seghier, M. L., Fahim, M. A., & Habak, C. (2019). Educational fMRI: From the Lab to the Classroom. Frontiers in Psychology, 10, 2769. doi:10.3389/fpsyg.2019.02769

(14) Kostyrka-Allchornea, K., Hollandb, A., Cooperc, N. R., Ahamedc, W., Marrowd, R. K., & Simpsonc, A. What helps children learn dicult tasks: A teacher’s presence may be worth more than a screen. Trends in Neuroscience and Education, 17, 100114. Recuperado de https://doi.org/10.1016/j.tine.2019.100114 

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