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diciembre 2020

La neurociencia está en boca de todos. Y lo tiene bien merecido. Profesionales de las más diversas carreras concuerdan en que la inclusión de este campo del conocimiento en la práctica diaria es de suma importancia. Pensemos en qué haría un ingeniero robótico sin saber cómo funciona el cerebro, cómo se desempeñaría un líder gerencial sin conocer la intrincada relación entre comportamiento y emociones, y de qué manera un educador llevaría a cabo su trabajo cotidiano en el aula sin pensar en todos los mecanismos y procesos nerviosos que subyacen a la conducta de los estudiantes. Veamos las cifras: en la última década, el 94 % de los educadores de Estados Unidos concuerda en que es esencial el estudio y la comprensión de las “bases neurológicas del aprendizaje, la cognición y el comportamiento” (Serpati y Loughan, 2012, p. 175).