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abril 2019

Imaginemos un mundo en donde convivan humanos y no humanos, es decir, robots con inteligencia artificial (IA). Imaginemos una sociedad donde coexistan máquinas que aprendan, que puedan resolver problemas —incluso, éticos—, que sean capaces de comprender las emociones y relacionarse fluidamente con los humanos. ¿Qué facultad nos diferenciaría de los robots con IA? ¿Ellos podrían superarnos en inteligencia? ¿Podrían tener tal grado de autonomía como para originar un apocalipsis social?

La neurociencia está en todos lados. Y debería estarlo. Impacta de manera directa en todos los ámbitos de actuación del ser humano y posee un conjunto de potentes investigaciones que demuestran cómo funciona el órgano más desarrollado que tenemos. A partir de las últimas creaciones en neuroimágenes, la neurociencia permite observar, en tiempo real, lo que sucede en nuestros cerebros cuando realizamos alguna actividad, pensamos, sentimos y deseamos. Pero detengámonos en la importancia de esta disciplina científica en el progreso de la humanidad.