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¿Alguna vez ha presenciado una situación donde observa que una persona no puede dejar de discutir sobre un tema porque siempre busca imponer su punto de vista? O tal vez le ha sucedido que cuando se relaciona con sus amigos, ¿le cuesta aceptar algún cambio que no estaba planeado? Quizá también le resulte familiar las siguientes expresiones: “me sacan de mis casillas”, “yo tengo la razón”, “no me cambien los planes”, “no sé como hacerlo de otra manera”, entre otras. Si se ha sentido aludido con alguna de las situaciones o expresiones mencionadas es muy natural que ocurra esporádicamente; si lo ha experimentado muy poco, es bueno saber que está desarrollando una capacidad muy importante de las funciones ejecutivas: la flexibilidad cognitiva.

 

Actualmente, vivimos en un mundo que se está desarrollando en la “cultura del instante”, es decir, ya no importa tanto el aún si no el ahora, menos paciencia o tolerancia y más impulsividad y perseverancia. Estos cambios, propios del efecto de la globalización y el crecimiento de la tecnología, han generado que a lo largo del tiempo nuestras funciones cognitivas se adapten a este entorno exigente y desafiante. Antiguamente, el ser humano tenía tareas concretas en su vida ordinaria, tales como cazar, recolectar y otras formas de supervivencia. Hoy, solo basta con observar cómo las personas son capaces de realizar diversas tareas al mismo tiempo: hablar por teléfono mientras manejan e inclusive algunas mujeres logran maquillarse simultáneamente, mandar mensajes de texto mientras conversan con alguien o hasta escuchar música y leer, cocinar y atender a nuestros hijos, entre otras. ¿A qué se debe esto? Se debe a una capacidad que se ha ido desarrollando con el tiempo conocida como multitasking.

Si las secuelas del castigo no son lo suficientemente graves o no terminan en muerte lo más probable es que la historia de ese niño o niña no esté representada en las estadísticas. Aun teniendo en cuenta esta realidad, las cifras que se muestran son preocupantes; los Centros de Emergencia contra la Mujer han atendido 7867 casos de violencia física y 9279 casos de violencia psicológica contra niños y adolescentes solamente en el 2016. Más alarmante todavía, la Encuesta Nacional de Hogares en el 2015 declara que el 39% de las madres y el 31% de los padres usan castigo físico con el fin de educar; y 44% de los niños y adolescentes consideran que sus padres tienen derecho a pegarles. ¿Qué nos están tratando de decir estas cifras? La realidad es que vivimos en un país donde la violencia está tan arraigada en nuestra cultura que incluso nos cuesta identificarla; y peor aún, si logramos reconocer violencia cuando la vemos no sabemos cómo reaccionar.

Las funciones ejecutivas hacen referencia a una serie de procesos cognitivos de orden superior que usamos cuando no podemos dejarnos llevar por el piloto automático. Son estas funciones las que nos permiten lograr los aspectos más elevados de nuestras funciones mentales, como ser creativos, planificar, resolver problemas y razonar; y están íntimamente ligados con la construcción de nuestro carácter, siendo necesarias para el control y manejo de nuestras emociones -ser disciplinados y postergar gratificaciones inmediatas a favor de nuestras metas a más largo plazo-. [1].

 

¿Cuándo fue la última vez que ha madrugado comiendo chocolates o tomando café porque necesitaba terminar un trabajo para el día siguiente? ¿Alguna vez le ha pasado que le asignan una tarea con una fecha de entrega y a pesar de apuntarla u organizar el trabajo para esa fecha termina haciéndolo el último día o la noche anterior? Algunos podrán decir: “Es que soy flojo”, “No me provoca hacerlo”, “Lo hago mejor mañana que tengo más tiempo”, entre otras afirmaciones que suelen identificarnos con lo que experimentamos en esos momentos.

 

La importancia de dormir adecuadamente está claramente documentada, aunque lamentablemente en nuestra sociedad, la mayoría de las personas no duerme la cantidad de horas necesaria. El sueño es importante tanto para la salud física como para el cerebro, específicamente.

 

‘Crear’ vida es una las tareas más increíbles que existen. Es una experiencia única, llena de sentimientos y cambios no solo a nivel de relaciones interpersonales, sino también respecto de las conexiones neuronales de la futura madre. En este sentido, resulta válido preguntarse, ¿este nuevo ser, que se encuentra en el vientre materno, cambia el cerebro materno? ¿El bebé al nacer activa nuevas conexiones neurales en el cerebro de la madre?

 

Para liderar un grupo humano, se necesita inevitablemente de los aportes de la neurociencia.

Veamos por qué.

Liderar siempre fue un elemento inherente en la evolución humana. Los grupos o clanes se reunían por afinidad consanguínea, proximidad geográfica o necesidad y, frecuentemente, surgía un líder con habilidades imprescindibles para mantener la cohesión, el orden y la relación jerárquica. Pero lo más importante que podía brindar ese líder era seguridad: en ese periodo del desarrollo, la competencia por el alimento era primordial. Claro está que este modelo de organización fue heredado de las manadas de animales; por ejemplo, dentro de la familia de mamíferos Felidae (comúnmente conocidos como felinos), también existe un líder que se encarga de la defensa del grupo.

Gestionar personas es una capacidad muy valiosa entre los líderes de las más grandes empresas. Direccionar a tu equipo de colaboradores hacia los mejores resultados es una tarea compleja que se realiza a través de estrategias y, posiblemente, de la mano de los avances científicos. La gestión implica cambios, implica adaptación, implica estar acorde a las nuevas exigencias del mercado internacional. Sabemos que resulta difícil transformar una cultura organizacional, transformar la visión de una empresa e, incluso, transformar las ideas de tus colaboradores. Pero debemos entender que las empresas y los negocios internacionales están conformadas por personas.

Imaginemos un mundo en donde convivan humanos y no humanos, es decir, robots con inteligencia artificial (IA). Imaginemos una sociedad donde coexistan máquinas que aprendan, que puedan resolver problemas —incluso, éticos—, que sean capaces de comprender las emociones y relacionarse fluidamente con los humanos. ¿Qué facultad nos diferenciaría de los robots con IA? ¿Ellos podrían superarnos en inteligencia? ¿Podrían tener tal grado de autonomía como para originar un apocalipsis social?