La vieja historia de la discapacidad
La discapacidad ya pasó de moda. Son muchos los autores que, en la actualidad, luchan contra este concepto clásico. Thomas Armstrong es uno de ellos. Ha dedicado la última década a escribir libros y artículos que desmitifican la idea de normalidad. Con gran éxito, ha logrado ubicarse entre los escritores más vendidos. Entre sus libros más conocidos, podemos nombrar El poder de la neurodiversidad (Ediciones Paidós), Neurodiversidad en el salón de clases (Cerebrum Ediciones) y The Myth of the ADHD Child (TarcherPerigee), entre otros.
Pero, ¿qué propone este científico? Pues que no existe discapacidad, debido a que todos somos únicos y diferentes. Suena bien, ¿cierto? Parece ser la solución a muchos problemas. ¿En qué se basa Thomas Armstrong para defender tal afirmación? Aunque no lo parezca, el argumento es muy sencillo: cada cerebro se desarrolla producto de la interacción entre genética y ambiente. En otras palabras, la influencia de las experiencias del entorno determinará la expresión de ciertos genes, lo que dará como resultado el crecimiento del cerebro. Como ya pudieron notarlo, tanto la programación genética como el contexto de cada persona son singulares y distintos; por tal razón, no existen dos cerebros iguales.
«(…) no existe discapacidad, debido a que todos somos únicos y diferentes. Suena bien, ¿cierto? Parece ser la solución a muchos problemas. ¿En qué se basa Thomas Armstrong para defender tal afirmación? Aunque no lo parezca, el argumento es muy sencillo: cada cerebro se desarrolla producto de la interacción entre genética y ambiente».
Muy bien. Hasta este punto, ya demostramos que cada cerebro es diferente. Ahora, ¿cómo se relaciona este razonamiento con la discapacidad? Veamos. Si todo cerebro es, por definición, único, el criterio de normalidad pierde fuerza. En tal sentido, se elimina la noción de discapacidad. Para Armstrong, lo que existe es la neurodiversidad, un concepto que hace referencia a la multiplicidad de organizaciones cerebrales. Él propone que todas las personas poseen fortalezas y debilidades, y que el secreto de la vida reside en reforzar las capacidades. Desde este punto de vista, ya no podemos pensar en discapacidad. Una persona diagnosticada con trastorno por déficit de atención e hiperactividad tiene numerosas competencias, al igual que una persona con dislexia. En este marco, de lo que se trata es de potenciar las aptitudes de los niños y niñas.
Thomas Armstrong no es el único portavoz de esta propuesta. Distintos neurocientíficos, neuroeducadores, psicólogos y educadores se encuentran trabajando en la difusión de la neurodiversidad. Muchas instituciones, como Cerebrum, se han sumado a la campaña para erradicar el concepto de discapacidad mediante la publicación de libros y artículos, y la creación de diplomados. Este es el momento de acabar con ideas preconcebidas y creencias sin fundamento. Este es el siglo del respeto y la admiración por la diversidad en todas sus formas. Esta es la década de la lucha por el reconocimiento de las diferencias.
Este es el tiempo y lugar de la valoración y la estimación de la variedad. Así reescribiremos la historia.
Referencias
Armstrong, T. (2012). El poder de la neurodiversidad. Paidós: Barcelona.
Armstrong, T. (2015). Neurodiversidad en el salón de clases. Lima: Cerebrum Ediciones.
Armstrong, T. (2017). The Myth of the ADHD Child: 101 Ways to Improve Your Child’s Behavior and Attention Span Without Drugs, Labels, or Coercion. New York: TarcherPerigee.