El derecho a la educación: ¿cómo impacta en nuestro cerebro?
En el año 1948, la ONU se encargó de declarar y sostener que todas las personas, sin importar raza, edad, sexo, idioma, estatus socioeconómico y religión, poseen derechos inalienables. A este hito en la historia se le conoce como la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Gracias a él, tenemos libertad de expresión, podemos salir de las fronteras de nuestros países, contamos con asistencia médica y gozamos de educación gratuita.
Este último derecho es de suma importancia para el desarrollo integral del ser humano, debido a que permite el surgimiento y fortalecimiento de capacidades cognitivas, sociales y emocionales únicas en el ser humano. Claro está que la educación impacta con más potencia en las primeras etapas del ciclo vital. A continuación, veremos por qué es crucial la educación en edades tempranas.
Hasta hace unas décadas, se asumía que el desarrollo de ciertas capacidades solo era posible en la primera infancia. Diversas investigaciones sobre la exposición a distintos estímulos sensoriales durante los primeros años de vida afirmaban que existía un periodo crítico para el desarrollo de algunas capacidades. Por ejemplo, en un famoso estudio con gatos, se determinó que la deprivación sensorial en la infancia anulaba el funcionamiento normal de las vías sensoriales (Jones, Spear y Tong, 1994; Mitchell, 1988; Yaka, Yinon y Wollberg, 1999). En otras investigaciones, se encontró que, si no se adquieren las reglas gramaticales, fonológicas, sintácticas, semánticas y pragmáticas del lenguaje en la primera infancia, no se podrá desarrollar lenguaje alguno en años posteriores. A este tramo temporal tan significativo para el progreso de las capacidades cerebrales se le llamó periodo crítico: la premisa principal fue «si no se usa, se pierde». Esta frase hacía referencia a la utilización de redes neuronales; en otras palabras, si no se fortalecían las conexiones neurales de determinadas capacidades, se perdían para siempre (Colombo, 1982).
«(…) si bien el cerebro es capaz de aprender durante toda la vida, existe un periodo de mayor receptividad que se concentra en la primera infancia.»
Sin embargo, con el avance de la neurociencia, ahora se sabe que el cerebro es plástico, es decir, posee la capacidad de generar conexiones nerviosas, incluso en la adultez tardía (Galvan y Jin, 2007; Nacher y Bonfanti, 2015). Este descubrimiento cambió el paradigma de los periodos críticos. De hecho, en la actualidad, a la primera infancia se le conoce como periodo sensible. ¿Qué quiere decir eso? El periodo sensible es un lapso en el cual el cerebro se encuentra muy receptivo a los estímulos del entorno. En tal sentido, el desarrollo de las capacidades cognitivas, sociales y emocionales se facilita y se logra intensamente (Feldman, 2015; Fox, 2014). ¿Qué sucede si esto no ocurre en la primera infancia? Pues costará mucho esfuerzo y trabajo lograr un nivel óptimo de desarrollo y, probablemente, nunca se alcance el mismo desempeño.
En conclusión, si bien el cerebro es capaz de aprender durante toda la vida, existe un periodo de mayor receptividad que se concentra en la primera infancia. Por tal motivo, el derecho a la educación desde edades tempranas es un gran avance para nuestra sociedad.
Referencias
Colombo, J. (1982). The critical period concept: Research, methodology, and theoretical issues. Psychological Bulletin, 91(2), 260-275. doi:10.1037//0033-2909.91.2.260
Feldman, R. (2015). Sensitive periods in human social development: New insights from research on oxytocin, synchrony, and high-risk parenting. Development and Psychopathology, 27, 369-395. doi:10.1017/S0954579415000048
Fox, N. A. (2014). What Do We Know about Sensitive Periods in Human Development and How Do We Know It? Human Development, 57, 173-175. doi:10.1159/000363663
Galvan, V., & Jin, K. (2007). Neurogenesis in the aging brain. Clinical Interventions in Aging, 2(4), 605-610. Recuperado de https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2686327/
Jones, K. R., Spear, P. D., & Tong, L. (1994). Critical periods for effects of monocular deprivation: differences between striate and extrastriate cortex. The Journal of Neuroscience, 4(10), 2543-2552. Recuperado de https://pdfs.semanticscholar.org/9bfa/f9fa811554f5562e690f4ce3614f7180a4e9.pdf
Mitchell, D. E. (1988). The extent of visual recovery from early monocular or binocular visual deprivation in kittens. The Journal of Physiology, 395, 639-660.
Nacher, J., & Bonfanti, L. (2015). New neurons from old beliefs in the adult piriform cortex? A Commentary on: “Occurrence of new neurons in the piriform cortex”. Frontiers in Neuroanatomy, 9(62), 62. doi:10.3389/fnana.2015.00062
Yaka, R., Yinon, U., & Wollberg, Z. (1999). Auditory activation of cortical visual áreas in cats after early visual deprivation. European Journal of Neuroscience, 11, 1301-1321. Recuperado de https://pdfs.semanticscholar.org/e0f4/8cc854f11da5cb58840aa31580eeb4ee2aab.pdf
Autor: Sebastián Velásquez