Es Halloween y tu cerebro lo sabe
Octubre es el mes de una festividad muy extendida en Estados Unidos y Latinoamérica. La celebración consiste en vestir disfraces y pedir dulces de puerta en puerta. Se trata nada menos que de Halloween. Como su nombre lo indica (All Hallows’ Eve), se conmemora la víspera del Día de los Muertos, fecha en la que se reza por aquellas personas que han fallecido y se encuentran en el famoso Purgatorio. Y, si miramos detenidamente esta fiesta, podremos concluir que a muchas personas les atrae el miedo y el terror: niños disfrazados de fantasmas y monstruos, casas decoradas con muñecos de zombies y muertos, calabazas con rostros malévolos, visitas a lugares embrujados, entre otras costumbres. En esta línea, mientras un grupo numeroso de personas prefiere celebrar Halloween con el famoso «Dulce o truco» (Trick or treat), un número importante se reúne a ver películas de terror. Pero, ¿por qué les gusta someterse a dosis altas de miedo?
Shannon Odell, candidata a Ph. D. en neurociencia y conductora del canal de Youtube Inverse, aclara qué sucede en el cerebro cuando vemos películas de terror y por qué nos gusta hacerlo. En primer lugar, este género cinematográfico activa la respuesta fight or flight (pelear o huir), propia de situaciones de peligro real. Ante un posible ataque del medio (por ejemplo, un robo o un intento de asesinato), se activa el hipotálamo, estructura cerebral ubicada debajo del tálamo que se encarga de funciones de mantenimiento del organismo. Este componente del sistema límbico envía señales a dos regiones: a la glándula adrenal para que libere una gran cantidad de adrenalina; y a la glándula pituitaria para que segregue cortisol, la hormona del estrés.
En segundo lugar, la música juega un papel fundamental en las películas de terror. El conocido score, traducido como música cinematográfica, acompaña todas las escenas mediante una sucesión equilibrada de sonidos y espacios de silencio. En el caso particular de este género, las composiciones son disonantes y poco armoniosas: esto se crea al tocar, al unísono, tres notas que se encuentran en diferentes escalas. Al hacer esto, se obtiene un tritono. El sonido resultante genera un patrón de disparo poco uniforme en la corteza auditiva y, además, activa la misma red neuronal que procesa los gritos de los bebés y los niños.
«Al parecer, que nos guste o no una película de terror tiene que ver con el funcionamiento de nuestro cerebro y con las variaciones en nuestros genes».
Si esto es lo que le pasa a nuestro cerebro cuando vemos películas de terror, ¿por qué nos gusta hacerlo? Existen tres propuestas al respecto. La primera de ellas sostiene que la respuesta fight or flight activa la liberación de endorfinas, hormonas que alteran el estado de ánimo y desencadenan un estado de alegría y bienestar. La segunda teoría se conoce como arousal transfer theory: las emociones negativas que sentimos en una escena atemorizante intensifican las emociones positivas que sentimos cuando todo sale bien. La tercera hipótesis propone que sentir miedo en una situación controlada ayuda a afrontar situaciones reales de temor.
Si es así, ¿por qué algunas personas afirman odiar las películas de terror? Pues todo tiene que ver con el gen COMT, un gen que influye en el procesamiento de la dopamina, la epinefrina y la norepinefrina. En este sentido, “los individuos que presentan diferencias en este gen se asustan más rápido y se calman más lento cuando ven imágenes atemorizantes” (Inverse, 2018).
Al parecer, que nos guste o no una película de terror tiene que ver con el funcionamiento de nuestro cerebro y con las variaciones en nuestros genes. La próxima vez que veamos El Conjuro o Annabelle, sabremos si nuestro gen COMT nos hará pasar una gran noche o una de las peores experiencias de nuestras vidas.
Referencias
Inverse. (2 de octubre de 2018). Your Brain on Horror Movies [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=zJtk0o3-dNg