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¿La pandemia deja un «saldo neuronal»?

La pandemia nos ha golpeado a todas y todos: de manera global, nuestros cerebros vienen librando una batalla que deja saldos en diversas latitudes: saldos humanos, saldos sociales, saldos económicos, saldos educativos y, también, saldos neuronales. Nuestra capacidad de respuesta y afrontamiento, representada por esta fuerza epigenética a la que llamamos «resiliencia», continúa variablemente firme en el skjaldborg o muro de escudos que ha levantado para que tanto los estímulos externos como los internos no generen víctimas que lamentar. Pero, ¿a qué me refiero con víctimas y saldos? ¿Al gran número de personas que ha perecido y que ha sufrido en carne propia la enfermedad? ¿A sus familiares y amigos? ¿A quienes continúan con secuelas? ¿A las miles o, quizás, millones de personas que no pueden trabajar? ¿A las niñas, niños y adolescentes que han perdido el frágil y efímero acceso a la educación? ¿A las familias que han visto recrudecer viejos fantasmas psicopatológicos en su núcleo? ¿A las personas que están afrontando con diligencia y, a veces, con endeblez —es completamente válido— síntomas psiquiátricos?   ¿O a nuestro trastocamiento vincular, a esa «rara» forma de conectarnos que hemos tenido que implementar? En realidad, a todo ello.

Pero hay un saldo muy particular, que llamo «saldo neuronal», que se hace visible, por ejemplo, en el incremento de trastornos emocionales, como la depresión, la ansiedad, el trastorno de estrés postraumático, etc., o en el aumento de la sensación de soledad a raíz del aislamiento social y la pandemia (1-5). Este concepto puede ser abordado desde dos acepciones igual de importantes: por un lado, puede hacer referencia al impacto estructural y funcional en el cerebro (en este caso, debido a la pandemia y a las medidas sanitarias y gubernamentales asociadas); por otro lado, puede significar el resultado del encuentro entre estímulos aversivos externos e internos, y la capacidad de afrontamiento epigenética cerebral. Por ejemplo, el aislamiento social, la inestabilidad socioeconómica y el riesgo de contagio pueden generar trastornos emocionales, como la ansiedad, que está vinculada con modificaciones en los circuitos bottom-up, el fortalecimiento del funcionamiento de la amígdala y la degeneración de la corteza prefrontal (6) (alteración encontrada, también, en la depresión [7]). Precisamente este surgimiento de trastornos psiquiátricos ocurre por la ponderación entre la fuerza de los estímulos aversivos (p. ej., el aislamiento social) y la capacidad de afrontamiento cerebral, que depende de la herencia genética y de las experiencias en la infancia. 

 

 

Sin embargo, es importante aclarar que este «saldo neuronal» no es necesariamente determinante. Como bien sabemos, el cerebro es maleable, pues posee una capacidad plástica poco vista en el mundo natural; en este sentido, aun cuando este saldo sea negativo, el cerebro puede recuperarse con el abordaje adecuado. Pero, ¡cuidado! Que esto pueda ser así, no significa que sea un camino fácil. Una vez que el cerebro ha sufrido algún impacto, va a tomar mucho trabajo (a veces, demasiado) para llevarlo a la línea base e, incluso de este modo, no existe una certeza sobre la recuperación. Todo va a depender, nuevamente, de la epigenética.

Por ello, este es un tema clave que tanto la sociedad civil como los gobiernos deben encarar desde ya para que no se convierta en un mayor «saldo neuronal colectivo».

Referencias

  1. 1. Bo, H. X., Li, W., Yang, Y., Wang, Y., Zhang, Q., Cheung, T., … Xiang, Y.-T. (2020). Posttraumatic stress symptoms and attitude toward crisis mental health services among clinically stable patients with CoViD-19 in China. Psychological Medicine, 1-2. doi:10.1017/S0033291720000999

    2. Brooks, S. K., Webster, R. K., Smith, L. E., Woodland, L., Wessely, S., Greenberg, N., … Rubin, G. J. (2020). The psychological impact of quarantine and how to reduce it: rapid review of the evidence. The Lancet, 395(10227), 1-9. doi:10.1016/s0140-6736(20)30460-8

    3. Cao, W., Fang, Z., Hou, G., Han, M., Xu, X., Dong, J., … Zheng, J. (2020). The psychological impact of the COVID-19 epidemic on college students in China. Psychiatry Research, 287, 112934. doi:10.1016/j.psychres.2020.112934

    4. Li, S., Wang, Y., Xue, J., Zhao, N., & Zhu, T. (2020). The Impact of CoViD-19 epidemic declaration on psychological consequences: a study on active weibo users.  International Journal of Environmental Research and Public Health, 17(6), 2032. doi:10.3390/ijerph17062032 

    5. Nguyen, H. C., Nguyen, M. H., Do, B. N., Tran, C. Q., Nguyen, T. T. P., Pham, K. M., … Van Duong, T. (2020). People with suspected CoViD-19 symptoms were more likely depressed and had lower health-related quality of life: the potential benefit of health literacy. Journal of Clinical Medicine, 9(4), 965. doi:10.3390/jcm9040965

    6. Mah, L., Szabuniewicz, C., & Fiocco, A. J. (2015). Can anxiety damage the brain? Current opinion in Psychiatry, 29(1), 56-63. doi:10.1097/YCO.0000000000000223

    7. Zhang, F.-F., Peng, W., Sweeney, J. A., Jia, Z.-Y., Gong, Q.-Y. (2018). Brain structure alterations in depression: Psychoradiological evidence. CNS Neuroscience & Therapeutics, 24(11), 994-1003. doi:10.1111/cns.12835

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