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Blog CEREBRUM

‘Crear’ vida es una las tareas más increíbles que existen. Es una experiencia única, llena de sentimientos y cambios no solo a nivel de relaciones interpersonales, sino también respecto de las conexiones neuronales de la futura madre. En este sentido, resulta válido preguntarse, ¿este nuevo ser, que se encuentra en el vientre materno, cambia el cerebro materno? ¿El bebé al nacer activa nuevas conexiones neurales en el cerebro de la madre?

 

Para liderar un grupo humano, se necesita inevitablemente de los aportes de la neurociencia.

Veamos por qué.

Liderar siempre fue un elemento inherente en la evolución humana. Los grupos o clanes se reunían por afinidad consanguínea, proximidad geográfica o necesidad y, frecuentemente, surgía un líder con habilidades imprescindibles para mantener la cohesión, el orden y la relación jerárquica. Pero lo más importante que podía brindar ese líder era seguridad: en ese periodo del desarrollo, la competencia por el alimento era primordial. Claro está que este modelo de organización fue heredado de las manadas de animales; por ejemplo, dentro de la familia de mamíferos Felidae (comúnmente conocidos como felinos), también existe un líder que se encarga de la defensa del grupo.

Gestionar personas es una capacidad muy valiosa entre los líderes de las más grandes empresas. Direccionar a tu equipo de colaboradores hacia los mejores resultados es una tarea compleja que se realiza a través de estrategias y, posiblemente, de la mano de los avances científicos. La gestión implica cambios, implica adaptación, implica estar acorde a las nuevas exigencias del mercado internacional. Sabemos que resulta difícil transformar una cultura organizacional, transformar la visión de una empresa e, incluso, transformar las ideas de tus colaboradores. Pero debemos entender que las empresas y los negocios internacionales están conformadas por personas.

Imaginemos un mundo en donde convivan humanos y no humanos, es decir, robots con inteligencia artificial (IA). Imaginemos una sociedad donde coexistan máquinas que aprendan, que puedan resolver problemas —incluso, éticos—, que sean capaces de comprender las emociones y relacionarse fluidamente con los humanos. ¿Qué facultad nos diferenciaría de los robots con IA? ¿Ellos podrían superarnos en inteligencia? ¿Podrían tener tal grado de autonomía como para originar un apocalipsis social?

La neurociencia está en todos lados. Y debería estarlo. Impacta de manera directa en todos los ámbitos de actuación del ser humano y posee un conjunto de potentes investigaciones que demuestran cómo funciona el órgano más desarrollado que tenemos. A partir de las últimas creaciones en neuroimágenes, la neurociencia permite observar, en tiempo real, lo que sucede en nuestros cerebros cuando realizamos alguna actividad, pensamos, sentimos y deseamos. Pero detengámonos en la importancia de esta disciplina científica en el progreso de la humanidad.

Los vemos todos los días en nuestras casas con nuestras familias, en la interacción con nuestra pareja, en el transporte público, en las noticias; la actitud que tenemos al comunicarnos con los demás impacta constantemente en nuestra calidad de vida y sin darnos cuenta, los patrones repetitivos empiezan, las actitudes se normalizan y dejamos de darnos cuenta cómo afecta este tipo de interacciones en nuestro vínculo con el entorno.