El cerebro del corrupto: ¿una condición tolerable?
La condición humana es única y especial con respecto al orden moral. Por ejemplo, durante siglos, se ha buscado establecer normas para controlar intereses propios y ser justos ante la distribución de las riquezas. Nuestro mayor logro como humanidad es poder decir «somos iguales ante la ley». Aun así, las personas siguen sobrepasando los códigos éticos con el fin de recibir beneficios adicionales o evitar castigos. En tal sentido, nos preguntamos si se trata de una conducta típica o, más preocupante aún, de una conducta patológica.
Presidentes, gobernadores y políticos de diversos países son motivados, muchas veces, por intereses del partido e ideas de poder, para realizar acciones que podrían escapar de lo lícito. Si son los gobiernos los encargados de velar por el correcto uso de las leyes, ¿tendrían ellos este mismo problema? Esta labilidad de la condición humana los podría llevar a cometer actos de corrupción. Si nos centramos en la problemática actual de casos de corrupción o evasión de normas, diversos países de todos los continentes necesitan una regulación más objetiva. Desde el 2018, el Tribunal Supremo Popular de China procesó a 30 000 funcionarios por casos de soborno. En Latinoamérica, el caso internacional de «Odebrecht» involucra a 10 países en casos de corrupción por miles de millones de dólares. De tal forma, World Bank (2015) nos da a entender que existe cierta tolerancia ante la corrupción social y que es algo generalizado. Por ejemplo, el caso del «uso de un cargo público en beneficio familiar» se considera como «algo esperado y tolerado» por las personas, pues, como indica el reporte, se podría suponer como una norma social.
«Nuestro mayor logro como humanidad es poder decir somos iguales ante la ley».
La neurociencia se interesa por encontrar áreas del cerebro que podrían identificar a personas propensas a conductas no morales, actos de corrupción o transgresión de normas. Para el neurocientífico Facundo Manes (2016), los seres humanos son proclives a ser corruptos. «El hombre es corrupto por naturaleza», nos indica Manes, «piensa primero en el bien propio y luego considera reglas morales y sociales». Zhou, Wang, Rao, Yang y Li (2014) le mostraron, a un grupo de personas, una solución equitativa de distribución de dinero; sin embargo, ante la presencia de incentivos monetarios adicionales, tal conducta moral se desvió. Este comportamiento activó áreas del cerebro relacionadas con la sensación de bienestar ante la recompensa, como la corteza insular y la corteza prefrontal lateral derecha. Similares investigaciones evidencian que ciertas áreas de la corteza prefrontal, en especial la corteza prefrontal dorsolateral, están involucradas en conductas de equidad y control personal (Baumgartner, Knoch, Hotz, Eisenegger y Fehr, 2011; Güroğlu, van den Bos, van Dijk, Rombouts y Crone, 2011). En este sentido, se podría entender que ciertas áreas cerebrales nos ayudan a actuar bajo un orden moral que nos indica qué es ético; no obstante, debido al costo de oportunidad, las personas eligen recompensas inmediatas a pesar de las consecuencias (Zhao et al., 2015).
El problema complejo de estudiar la corrupción radica en su génesis. Aún se debe entender qué causa tales conductas: ¿se desarrollan debido a circunstancias sociales o a una programación genética? Al estudiar el cerebro corrupto, tendríamos que comparar el cerebro de personas «justas» y el de individuos «corruptos». En el futuro, para mejorar nuestro voto en las elecciones, podríamos evaluar, mediante técnicas de neuroimagen, la capacidad moral de cada candidato.
Referencias
Baumgartner, T., Knoch, D., Hotz, P., Eisenegger, C., & Fehr, E. (2011). Dorsolateral and ventromedial prefrontal cortex orchestrate normative choice. Nature Neuroscience, 14(11), 1468-1474. doi:10.1038/nn.2933
Güroğlu, B., van den Bos, W., van Dijk, E., Rombouts, S. A., & Crone, E. A. (2011). Dissociable brain networks involved in development of fairness considerations: Understanding intentionality behind unfairness. NeuroImage, 57(2), 634-641. doi:10.1016/j.neuroimage.2011.04.032
Manes, F. (junio, 2016). El cerebro corrupto. El País. Recuperado de https://elpais.com/elpais/2016/05/03/ciencia/1462289605_959427.html
World Bank. (2015). World Development Report 2015: Mind, Society, and Behavior. Washington: World Bank. doi:10.1596/978-1-4648-0342-0
Zhao, C-X., Jiang, C-M., Zhou, L., Li, S., Rao, L-L., & Zheng, R. (2015). The hidden opportunity cost of time effect on intertemporal choice. Frontiers in Psychology, 6, 311. doi:10.3389/fpsyg.2015.00311
Zhou, Y., Wang, Y., Rao, L. L., Yang, L. Q., & Li, S. (2014). Money talks: neural substrate of modulation of fairness by monetary incentives. Frontiers in Behavioral Neuroscience, 8, 150. doi:10.3389/fnbeh.2014.00150